12-07-2021
Tu otra cara:
Elizabeth Jiménez tiene un proyecto en base a adobe. La analista documental de Antofagasta Minerals y su marido, recibieron una casa de los años treinta como herencia y hoy la restauran a través de jornadas de voluntariado. El propósito es crear el primer centro cultural de un pueblo al interior de Melipilla.
Fue construida hace casi noventa años. Era el único emporio o pulpería en Mandinga, una localidad al interior de Melipilla. Todos los días, los vecinos compraban sus abarrotes, se reunían y conversaban. Ahí, los abuelos de Rodrigo Cordero, marido de Elizabeth Jiménez, tenían una casilla de correo donde recibían la correspondencia de toda la comunidad. La iban a buscar y luego la repartían, carta por carta. También funcionaba como parroquia, cuando no tenían dónde realizar la misa.
En el año 1994, Rodrigo recibió ese lugar, la casa más antigua y con más historia de la zona, como herencia. "Está hecha de adobe y con los terremotos quedó dañada. Sin embargo, desde hace 2 años y medio empezamos a restaurarla. Nuestro objetivo es construir el primer Centro Cultural en Mandinga", cuenta la analista documental de Antofagasta Minerals.
Pero esto no lo hacen solos. La iniciativa la lidera el arquitecto, Víctor Aguila, especialista en adobe. La construcción, en tanto, se realiza basada en una tradición precolombina: la minga. A través de un trabajo comunitario, colectivo y voluntario, se reconstruye un espacio histórico de la ciudad de Melipilla. "La restauramos vía jornadas de acción social. Nosotros recibimos a la gente, les damos almuerzo y once. Víctor les hace clases y, quienes asisten, aprovechan de practicar la técnica del adobe", explica.
A estos encuentros, relata Elizabeth, han llegado hasta 150 personas. "Hemos hecho alrededor de unas 15 o 16 jornadas de voluntariado. Ellos están muy interesados en aprender a trabajar con adobe, ya sea para mejorar sus propias casas o por otros motivos".
Por eso, profesores, arquitectos, obreros de la construcción, médicos, periodistas, ofrecen sus servicios de manera gratuita para lograr un espacio cultural que nunca antes ha existido en la zona. "Luego, cuando se finalice la obra, que incluirá una biblioteca comunitaria, salas audiovisuales y de entretención para los niños, muchos de ellos darán talleres sobre sus especialidades", agrega Elizabeth.
Las jornadas son muy enriquecedoras, las personas se van muy contentas y vuelven. Así lo explica la analista documental, bibliotecóloga y archivóloga: "De hecho, damos cupos limitados porque generalmente hay muchos interesados".
Una acción noble
Revitalizar el patrimonio es uno de los objetivos de este proyecto. Muchas casas del sector están hechas con adobe, un material que asegura, es muy noble. "Se les enseña paso a paso y luego se aplica en la construcción. Se forman grupos, cada uno con una tarea diferente. Al principio, algunos trabajaban el barro y lo amasaban con los pies. Otros sacaban capas de pintura, luego se encargaban de rellenar los espacios en los muros, entre otras actividades".
Antes de la pandemia, realizaban estas jornadas una o dos veces al mes. Tuvieron que parar la restauración por este período, pero Elizabeth cuenta que "seguimos juntando libros, alcanzando actualmente una colección de 5 mil ejemplares. Además, hemos podido realizar algunos arreglos. Ahora estamos en la parte eléctrica, ya que queremos instalar computadores, entre otras cosas".
Elizabeth y su marido esperan habilitar las dos primeras salas en seis meses más. Sin embargo, aún quedan años para que el centro cultural esté completamente finalizado.
"Siempre hemos sentido que hemos sido muy bendecidos y poder devolver algo a la comunidad es muy importante para nosotros. Queremos entregarles esto para que los jóvenes tengan la oportunidad de soñar, de creer, de ser felices", concluye.